Cuando las luces se apagan algo llama a mi puerta, es un sonido algo confuso, me intriga, me desmembrana la curiosidad. Escuchemos como progresa la sucesión de ramas infinitas que se enredan en mis pies y suben lentamente por mis piernas, por mi abdomen, atan mis brazos para luego ir penetrando en mi cuello. Siento que ya estan en mi cabeza, en mi cerebro vivo. Se conectan con mi nervio auditivo y desconectan el resto del cuerpo, caigo al suelo mientras el sonido se eleva en ritmos contradictorios, notas disonantes que parecen tener un orden en todo este caos.
Maravilloso es el descubrimiento de lo que parecía desconocido, la evidencia está ahí, muy cerca observandonos cuando tengamos la intención de sacarnos la venda de los ojos.
La melodía pide que deje mi cuerpo, según ella no lo necesito mientras la escucho. Me conectaré con las ramas que detuvieron la actividad cerebral para que mi cuerpo tome otro rumbo en este mundo cambiante.
Mi sangre se convierte en clorofila y emano oxigeno, aire puro para las praderas de concreto desde donde florecen los ruidos agobiadores intencificados, ampliados, explotados de algún desconectado que se arrastra por el cemento y mastica polietileno.
Pon atención a lo siguiente, mira el campo trasformandose, es oxigeno, es agua pura, cristales de sanidad corriendo a los brazos de la madre...déjalo ir...
Arribo en la orilla que es la frontera de los "salidos del margen", no podrán bombardear el corazón del bosque, las ramas estan muy dentro...dentro, dentro de la existencia.
Escucha como todo se vuelve verde, nada arde, nadie vende. El cálido sonido ahuecado atraviesa las latitudes con su frescura de alma nueva comunicando la resonancia de la nueva era.
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