Por las ramas me arrastro pensando en el vaivén de la hoja con una gota de agua sobre ella, el viento mueve a la hoja y la gota constantemente tiembla, temiendo su posible caída. Más allá en el norte, consiente, admiro esa lágrima proveniente del cielo que se lanza feroz a la tierra, porque la mía recorre lenta y temerosa por los surcos gastados de mi rostro. Es doloroso, muchas veces queman, como si fuera lava y con los años va desintegrando más de lo que abarca el ardor. No tengo nada, sólo esta vida autodestructiva, una biología distinta, con patologías contradictorias. Estoy gritando por la cura, pero la desesperanza me come la voz y seré como la gota de agua en la hoja, si el viento no la empuja, cuando salga el sol desvanecenrá.
